Antonio Machado

Antonio Machado

martes, 7 de octubre de 2014

Antonio Machado; "un modo de ser"





España es un país muy dado a conmemorar a sus insignes en las fechas de su muerte. Algo de atinado tiene esta tradición, sin embargo, según la persona, conviene transgredir el acervo para conmemorar o, mejor dicho, celebrar el nacimiento. Tal es el caso de Antonio Machado, nacido un 26 de julio.
A.Caro
 25 julio 2014
 “Hablaba en verso y vivía en poesía”, dijo Gerardo Diego de nuestro poeta, del que esta semana celebramos su natalicio (Sevilla, 26 de julio de 1875). En un país tan dado a celebrar los aniversarios de las defunciones, creo significativo abrir una nueva vía: la de celebrar los nacimientos. Es cierto que la muerte es la puerta, quizás la última, que conduce a la Historia; a la inmortalidad a la que miles de lectores de generaciones dispares condujeron al genial poeta sevillano. Historia e inmortalidad, a menudo, son sinónimos. Pero el nacimiento, el alumbramiento de una nueva vida es el comienzo, el punto de partida a partir del cual se empieza a forjar el hombre y el poeta (¿podemos distinguir entre uno y otro?).

Aquel 26 de julio, Ana Ruiz dio a luz, a las cuatro y media de la madrugada, en una de las estancias del Palacio de las Dueñas de la capital hispalense, a un hermoso niño que llevaría el nombre del padre: Antonio. Segundo varón – meses antes había nacido Manuel – de una familia de ocho, a los pocos años de nacer, el abuelo de los Machado ganó una cátedra en la Universidad Central de Madrid y la familia al completo decidió partir con él. Y fue en este período de mudanza cuando, Antonio padre llevó a sus hijos a Huelva para que conocieran el mar. La imagen inmensa de un azul ignoto quedó grabada en la mente del joven Antonio, que no dejaría de evocarlo en su obra.

Ya en Madrid, los hermanos Machado ingresan en la Institución Libre de Enseñanza, bajo la tutela, entre otros, de Giner de los Ríos y de Cossío. La estancia en la ILE marcará hondamente la forma de ser y de pensar de Antonio. Y de Madrid, el periplo sobradamente conocido: París, Segovia, Baeza, Barcelona y Colliure.

Celebrando, como hago e invito, el aniversario del nacimiento del poeta no creo importante dibujar una semblanza de Machado, semblanza que, de otra parte, es conocida por todos. Creo que, para lograr el difícil gozo de la celebración, es más pertinente parafrasear a Max Aub, quien, atinadamente, señaló en su Manual de Historia de la Literatura Española, que si Unamuno fue “un modo de sentir” y Ortega y Gasset “un modo de pensar”, sin duda Machado fue “un modo de ser”. Una forma que Aub definió como  "la estirpe romántica, la sencilla bondad, el vigor intelectual y la sincera melancolía."

Y es que si se piensa bien, en la vida de Machado casi todo fue pérdida: su marcha de Sevilla, la muerte de su padre, la muerte de Leonor, el imposible amor con Guiomar y, finalmente, la pérdida del hogar por el exilio. Y la pérdida es el primer paso hacia la melancolía. Todo Machado es la melancólica mirada; unos ojos profundísimos que observaban el mundo con el corazón ensimismado en el recuerdo; con el alma tomada por una vigorosa sabiduría que no fue fruto de la senectud, sino de la apetencia natural de un espíritu que, nacido en Sevilla un 26 de julio de 1875, buscaba constantemente una luz que masticar; un alimento que saciara.

26 de julio de 1875. Sevilla, España y la literatura comenzaron a deshacerse por el gozo; a gloriarse porque, de Ana Ruiz hubo nacido el gran príncipe de la “estirpe romántica”: Antonio Machado. 



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