Antonio Machado

Antonio Machado

sábado, 7 de mayo de 2016

A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS




Azaña y Machado: A la altura de las circunstancias

Escrito por  Vicente Alberto Serrano











Últimas y patéticas imágenes de Manuel Azaña (60 años) y Antonio Machado (64 años) que en plena tragedia lograron estar “A la altura de las circunstancias”.

Hace un año publicaba JoséEsteban, Gentes de mi tiempo (Ed. Reino deCordelia). Una selección de textos de ManuelAzaña sobre algunos personajes que protagonizaron la vida y la cultura de su época. Primer volumen de un ambicioso proyecto que, a lo largo de otras tres entregas, pretende conformar una antología indispensable para llegar a conocer en profundidad la trayectoria política y literaria del que fuese Presidente de la Segunda República española. Por supuesto que ya existían unas Obras Completas preparadas por Juan Marichal para la editorial Oasis de México (1966-1968), inalcanzables en nuestro país durante el franquismo y, por diversas circunstancias, con inevitables lagunas. Más tarde –en 1990– Enrique de Rivas realizó la cuidada recopilación de los inéditos Apuntes de memoria(Ed. Pretextos) y en 2007 Santos Juliá, avalado por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, logró reunir en siete contundentes e impecables tomos, toda la obra azañista recuperada hasta ese momento. Un año más tarde, tal vez con cierto afán comercial, sería reeditada por Taurus en una mediocre edición.

Siguiendo el ejemplo de Aurora de Albornoz.

En su clarificador capítulo preliminar, José Esteban señala que la obra de Azaña, perseguida y silenciada durante años, tampoco se mostraba muy asequible para el consumo popular en esas extensas e inalcanzables ediciones. A comienzos de la década de los setenta Aurora de Albornoz tuvo la valentía de preparar para la editorial Cuadernos para el Diálogo, una completísima antología de la prosa de don Antonio Machado en cuatro volúmenes de bolsillo. A pesar de la férrea observancia de la censura franquista con sus obsesivas tachaduras, esos manoseados tomos nos dieron a conocer, a toda una generación, los agudos y sabios comentarios del maestro Juan de Mairena. De este modo se nos abrieron aún más las dimensiones y la admiración hacia el poeta de las Soledades, ya que a través de aquellos textos tuvimos la oportunidad de descubrir también al pensador. José Esteban pretende algo parecido con Azaña y así nos aclara –en una extensa nota incluida en el prólogo del primer tomo– que ha querido partir del mismo esquema que Aurora de Albornoz. Conociendo los hechos, algunos todavía nos mostramos algo pesimistas sobre los resultados que esta serie antológica pueda obtener, porque mientras la memoria del poeta sevillano, que se consideraba asimismo como un hombre: «...en el buen sentido de la palabra: bueno», ha sido respetada desde casi todos los sectores e ideologías; la obra del político y escritor alcalaíno, no sólo ha sido perseguida y silenciada durante años, sino también, y sobre todo, descalificada desde un obsesivo odio constante, sistemáticamente calculado y conculcado por sus detractores que, a lo largo de décadas, han logrado abonar aún más la ignorancia de un sector mayoritario que desconociendo párrafo alguno de su obra, son capaces de barajar, sin ningún pudor, los mismos insultos que ya manejaban Lerroux en 1933 o Arrarás en el 39.

Memorias íntimas de Azaña.

Aquel obsesivo odio de los golpistas hacia la figura del Presidente legítimo de la República hizo que el gobierno de Burgos le encargase al periodista Joaquín Arrarás la edición de unas Memorias íntimas de Azaña con el material de sus Diarios robados en Ginebra. Arrarás afirmaba que había trabajado sobre los textos de Azaña «con la misma precaución del químico que opera con venenos», pero no le quedó más remedio que leerlos, aunque «con repugnancia» y se vio obligado a preparar las indispensables, ofensivas y numerosas anotaciones para que el volumen cumpliese con el objetivo propagandístico que se pretendía. Ediciones Españolas lo publicó en Madrid en 1939. Ignoramos la repercusión que pudiera tener en su momento y si cumplió con los objetivos deseados por los vencedores, porque para una población derrotada y vencida, imagino que en esos momentos los libros propagandísticos no supondrían una de sus prioridades.

A la altura de las circunstancias.

La editorial Reino de
Cordelia al parecer ha decidido alterar el orden de la antología coordinada por José Esteban. Razones de peso que defendemos, porque cuando está a punto de cumplirse 80 años del levantamiento militar de 1936, resultaba significativo que este 14 de abril se presentase en la librería Alberti de Madrid, el cuarto tomo de la serie: A la altura de las circunstancias. Escritos de Manuel Azaña sobre la Guerra Civil, con selección, edición y prólogo de Isabelo Herreros. Si me empeñaba en citar más arriba la vengativa y manipulada edición de Joaquín Arrarás, era simplemente porque deseaba contraponerla con el rigor de este tomo, cuyos textos no solamente están ciudadosamente escogidos, sino que con ellos Isabelo Herreros logra aportar un enriquecedor mosaico para tratar de entender la sinrazón. El extenso prólogo y las aclaratorias acotaciones del editor; suponen un material complementario e indispensable que nos ayuda a perfilar y entender los hechos y las posiciones de políticos, intelectuales y militares de uno y otro mando, analizados por Azaña en estas páginas con la mirada certera de su característico estilo. Un volumen en suma que se ajusta perfectamente a las pretensiones de su coordinador, ese deseo de José Esteban para que el gran público descubra el auténtico retrato de un desconocido.

Machado y Azaña

El cuarto tomo de sendas antologías –la de Machado y Azaña– se titulan del mismo modo. Cuando recuperamos aquella mítica obra que preparó Aurora de
Albornoz (Ed.Cuadernos para elDiálogo) y la comparamos con esta otra de Isabelo Herreros (Ed. Reino de Cordelia), se nos muestra un curioso paralelismo que va más allá de los trágicos momentos finales vividos por sus protagonistas. La penosa travesía de Machado camino de Collioure, está contada por su hermano José, frente a la dramática narración al cruzar la frontera que Azaña le describe en una larga carta a Ángel Ossorio. Con ella acaba la antología preparada por Isabelo, que contiene además en su tramo final íntegros los cuatro últimos discursos de Manuel Azaña, en Valencia, Madrid yBarcelona. Prologados en su día por Antonio Machado en una edición publicada en 1939 por Espasa-Calpe con el título de Los españoles en guerra que por las razones que todos conocemos, no llegó a distribuirse. La antología de Aurora de Albornoz se cierra con el último discurso de Antonio Machado dirigido a las Juventudes Socialistas Unificadas, pronunciado en Valencia el 1 de mayo de 1937. Cuando contemplo, una vez más, la última imagen de esos dos rostros desgarrados por la tristeza de la derrota; de modo inevitable regresan a mi memoria las palabras que un día escribió Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA en 1996: «...para la memoria colectiva de nosotros los españoles es bueno que se sepa siempre dónde y por qué están enterrados Azaña y Machado o los miles de prisioneros políticos anónimos que fueron a dar con sus huesos en Mauthausen. Recuperemos sus figuras y su obras, pero no su polvo».




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